A menudo tengo los siguientes pensamientos durante las vacaciones «importantes». En los ajetreados días antes, durante e incluso después, cuando viajo para celebrar las fiestas con amigos y familiares y, por supuesto, cuando organizo actividades para estas fiestas.
Dos cosas me impactaron y me hicieron reflexionar.
El primero es el exceso de regalos y rituales de gasto…
La segunda es la religión y lo que quiero transmitir como padre gay.
Me encantan las tradiciones y comprendo la necesidad de los rituales. Procedo de un entorno sistémico en el que nuestros antepasados y antecedentes culturales están muy vivos en el aquí y ahora, sutiles pero profundos. Rezar es una meditación. Para mí, la espiritualidad es sentirse parte de algo grande, bailar los mismos pasos, comer los mismos dulces, reunirse en un acto de gratitud y celebrar la abundancia. Por encima de todo, para mí la espiritualidad es la comprensión sagrada de mi humilde lugar en la red de la vida. Respetar la naturaleza, amarnos los unos a los otros.
Yo tengo un origen judío y mi amiga, la madre de mi hijo, tiene un origen cristiano, pero puedo decir que no practicamos la religión y que en mi espiritualidad estoy conectada con el Ser Divino más que con un Dios que pertenezca a una religión concreta.
Pero la cultura está entrelazada con la vida cotidiana. Las escuelas, las tiendas y las calles están llenas de símbolos religiosos, en Barcelona como en otras ciudades.
¿Y cómo encajamos?
La coparentalidad homosexual tiene una posición difícil en relación con la religión institucional. Nunca hemos sido aceptados por ellos y hemos aprendido a evitar a sus seguidores, la retórica del odio y el enfoque paternalista de nuestra «condición».
Pero, ¿qué tipo de espiritualidad podemos ofrecer a nuestros hijos sin el apoyo de la curación? ¿Sin recurrir a nuestras propias experiencias infantiles y luchar con el resto del mundo?
En nuestros talleres trabajamos para que la gente se abra y mire a su alrededor, para que se dé cuenta de lo sagrado de nuestras vidas, de la maravilla de nuestra existencia. El sentimiento de unidad que siento cuando practico tantra o yoga es algo que no puedo expresar con palabras. Creo que la espiritualidad no institucional está hoy tan fragmentada y es tan personal que no existe una estructura fija de rituales, actos o costumbres.
Mi hijo celebrará las fiestas cristianas y, si me lo propongo, también las judías, pero todo esto viene de fuera.
Sigo preguntándome qué tipo de espiritualidad puedo ofrecerle. ¿Cómo puedo transmitir mi espiritualidad a un niño?
¿Tienes alguna sugerencia?
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